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Newsletter Nº 15


Los que fueron
de 
Cecilia Romana

Ficha Técnica:

Editorial: EDICIONES CABIRIA
Lugar de Edición: Buenos Aires
Año de Edición: 2012
Colección: Vidanueva
Páginas: 62
ISBN 978-987-25945-2-7


El viernes 31 de mayo se presentara en la Biblioteca Nacional el nuevo libro de Cabiria ediciones, Los que fueron, de Cecilia Romana, poemario con el que obtuvo el Segundo Premio del Fondo Nacional de las Artes de 2011 con un jurado integrado por Cristina Piña, Jorge Consiglio y Salvador Gargiulo. La edición estuvo al cuidado de Diego Bentivegna y Mateo Niro. 


El paisaje de la intimidad

Entre otras cosas, la poesía siempre es una indagación en torno a lo que cada uno atesora, no sólo del presente sino también de lo que con mayor o menor nostalgia y dolor ha quedado atrás. En el poema algo de ese universo destinado a consumirse queda resguardado con una coloración y un timbre propios, confirmando que los versos suelen tener la virtud de acomodar lo vivido –para que quizás incomode menos– y darle un nuevo sentido a la experiencia. Algo así sucede con Los que fueron, el nuevo libro de la poeta  y ensayista bonaerense Cecilia Romana, donde los poemas convergen en un punto singular: el orden de la intimidad con sus preguntas y respuestas que a veces pugnan por ser escritas. Una voz mesurada, precisa y sin estridencias, con múltiples aunque en muchos casos agazapadas referencias literarias y culturales, que registra algunos momentos del presente y también aquellos que la memoria ha necesitado recuperar y poner en palabras. En unos se trata de episodios de la adolescencia, en otros de los encuentros con su hermano, o los que se detienen en la casa familiar y el mandato paterno: “Quieren que me case/ con un dentista. Es/comprensible./ Pero si les doy el gusto ahora,/ mañana querrán que entre/ en el cuadro/ de honor de la universidad” (“Maipú”). También están aquellos que se ocupan de los diversos espacios y momentos en que surgió el amor, como el del personaje que huye incapaz de resistir un plan: “Finalmente, no se trata de rebatir la posibilidad/ de que el amor eche raíces a la segunda cita, sino/ de un acto más ruin todavía: quemarle los gajos.// El plan que trazamos aquella tarde –¿te olvidaste,/ acaso?–, me refiero a la orientación de los cuartos, la/ grilla de horarios en que cada uno dispondría de/ la máquina, bastó un llamado telefónico para/ que se esfumara con la resolución de un conscripto.” (“Una alfombra para dos escritores”). Sin embargo, rebelde y a la vez ansioso por encontrar certezas en el amor, este sujeto poético también desea preservar su identidad y no disolverse en el otro: “La bufanda en el perchero. No alcanzo/ a ver/ dónde acaba.// Hay longitudes que me cuesta/ abarcar/ de una sola vez. // No pienso destejer mi vida/ para darte/ una mujer nueva.” (“El tejido  como resistencia”). A su vez, la inclinación a buscar un refugio en los perros, en esos animales que se entregan con devoción y con un protagonismo destacado: “Nada del otro mundo:/ otra boca/ que alimentar, algo que/ de verdad me necesite” (de “Fox”). A pesar de que, como los seres humanos, con sus señales vaticinan la futura huida: “Él también buscará refugio/ en otra”. (“Terrier”). Con una voz a veces lúcida, otras ingenua, estos poemas no están cerrados sobre sí mismos sino abierto al lector: para que se vea, para que se pregunta y para que especule y complete algunas de las posibilidades presentes explícitamente o entrelíneas.  Además de este libro, el quinto de su obra, Romana ha publicado Flotas, hangares y otros trabajos mecánicos, Aviso de obra (Premio Sor Juana Inés de la Cruz), No lo conozcas (Premio Internacional Jaime Sabines) y El libro de los celos. 

Gustavo Pablos 

Un registro del mundo en el detalle

Cecilia Romana ha sido y sigue siendo una aventurera entusiasta de las ocasiones literarias. Y digo “aventurera” como quien dice: la producción y la circulación de la poesía es un ejercicio cargado de alegría, unido indefectiblemente a la amistad como asociación de intereses comunes, espacio de arrojo vital y poético. Aventurera, además, porque la ocasión de la literatura es siempre un impulso hacia lo que todavía no ha sido dicho. Fundadora con Marina Serrano y Mercedes Araujo del sello Sigamos enamoradas (tal vez uno de los intentos más genuinos por desarropar a la poesía de sus tufos académicos, solemnes y bastardos), esta poeta bonaerense nacida en Martínez a mediados de la década del setenta, residente y conocedora alucinada de la ciudad de Santa Fe, obtuvo en 2006 el prestigioso Premio de Poesía Iberoamericana Sor Juana Inés de la Cruz (Conaculta, México), y además de publicar poesía (Flota, hangares y otros trabajos mecánicos, Ediciones del Copista, 2004; No lo conozcas, 2006, merecedor del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines, entre otros títulos), también escribe narrativa para niños (Fue acá y hace mucho. Antología de leyendas y creencias argentinas, en Kapelusz editora), edita antologías (Hotel Quequén I, II y III) y participa en libros de texto como colaboradora de Kapelusz, la centenaria editorial escolar.

En Los que fueron se diría que hay un sino de profeta, una voz que sentencia y desgrana su tradición en el mundo de los antiguos griegos, los hebreos bíblicos, la fauna del horóscopo chino. Se trata de una serie de poemas que beben de las mamas ancestrales de la Naturaleza, del ciclo (ritual) de la sucesión de la vida. En efecto, una poesía profundamente primitiva en sus evocaciones y gestos, asociada al despertar de la vida como estado salvaje, al destello de lo que busca abrirse paso a través de la máscara ominosa de las culturas urbanas: tal vez por eso casi no hay mención de la Ciudad de Buenos Aires; sí, en cambio, de algún barrio de Santa Fe capital, donde Romana residió unos años, y de espacios y tiempos de la Zona Norte del Gran Buenos Aires (Maipú, la avenida principal de Vicente López). También recuerdos de infancia, es decir, de ese relato primario que es prehistoria de identidad y futuro. La única alusión de una calle porteña (la palermitana Honduras, en el poema “Una alfombra para dos escritores”) registra una experiencia amorosa fallida. Una poesía que encuentra lo esencial de la experiencia humana en lo que ésta tiene de primigenia, abarrotada y caótica (mítica). El libro se abre con una cita del gran poeta griego Capetanakis: ... la sempiterna ambigüedad de las cosas/ que hace que nuestra vida signifique muerte, nuestro amor sea odio, y se cierra con el mismo espíritu (los versos finales del último poema del libro “Terrier”, dicen esto: ... sobre esta brutalidad construiré nuestro amor).

Por eso, este poemario evoca a Tiresias, el sabio ciego de la tragedia griega (el género de Dionisio, origen del teatro, dios del ciclo vital que se hace trizas y vuelve a vivir; dios del desenfreno: Un día una noche estaba borracho y me dijo: te quiero mucho, mucho, mucho, se lee en “Una noche-un día”), trae a los indios, y a los soldados, los regimientos, la guerra, es decir, a esos actores de la largas luchas intestinas previas a la instauración del Estado nacional. Por eso, hay San Francisco (el “santito” de la oda eterna a la Creación, a la naturaleza, a los animales), y hay tierra, flores y otros modos de resistir las mediaciones de la civilización técnica. La evocación del mundo dionisíaco, decíamos, pero también de la fuerza vital de Nietzsche o de la amenaza al Ser de Heidegger; un persistente olor de temas y tópicos también preurbanos, los de la poesía española medieval: Querrías ser mi hijo, soldado, piensa en “Gajes del ama de casa”).

Como señala uno de los poemas (hay una cierta fijación por el detalle), la forma de la enunciación en que este sujeto poético quiere construirse encuentra un registro del mundo en el detalle, en los intersticios o huecos; mira con lúcida sorna lo que queda fuera del poema (en particular, a los varones, a quienes reverencia con afán maternalmente erótico), y ese mundo se levanta en el poema evocado por una voz aniñada que, la mayoría de las veces, no comprende bien lo que allí sucede. Entre esas formas, se cuela también una rebeldía nunca colérica, más bien risueña, al estilo de la Alicia de Carroll, o maravillada, como la que nos entregó para siempre el pequeño Rimbaud. Rebelión que es pregunta, tristeza, despabilo.

Como las mujeres que habrán sido sus abuelas o tías, que mirarían por la ventana mientras zurcían calcetines, el mundo del que esta Romana se preserva tiene espacios privilegiados: la casa y el barrio, los baldíos, las flores y los animales, un marido y una hija, un amor para siempre.

Querría, querido lector, invitarlo con especial recomendación a leer este libro. Ya se sabe: se edita poesía a través de premios y premiaciones, proyectos independientes. Pero las tiradas son chicas, y la distribución, escasa. No hay duda de que la mejor manera de acceder hoy a la poesía es a través de Internet. ¡Quiera el editor de Cabiria desparramar estos versos por el mundo a través de la web! Tendrá usted, entonces, la ocasión de asomarse a una poesía que guerrea contra la automatización de la vida. Y que busca refugio en los espacios más inmediatos (a diferencia de los grandes proyectos estéticos del siglo XIX, en los cuales todo estaba lejos de casa), en los que Romana asienta todo su proyecto poético.

Diego Di Vincenzo
El Litoral


Sobre la autora


CECILIA ROMANA nació en Buenos Aires en 1975. Es poeta y licenciada en Artes y Ciencias del Teatro. Publicó: Flota, hangares y otros trabajos mecánicos, (2004); Duelo –junto a Mercedes Araujo y Carolina Esses- (2005); Aviso de obra, con el que obtuvo el Premio de Poesía Iberoamericana Sor Juana Inés de la Cruz, 2006 (México, 2008); No lo conozcas, con el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2006 (México, 2007); El libro de los celos, Segundo Premio Poesía Fondo Nacional de las Artes 2009 (2010); Los que fueron, Segundo Premio Poesía Fondo Nacional de las Artes, 2011 (2013); ¡Canta, musa! Los más fascinantes episodios de la guerra de Troya, un libro de relatos infantiles junto a Diego Bentivegna (2009), Fue acá y hace mucho (2009), Cuentos folclóricos de la Argentina (2009), y Cuatro relatos medievales (2013). Bajo su curadoría, el sello Sigamos Enamoradas, del que es editora, publicó la antología de poesía argentina Hotel Quequén, en 2006, la antología de narrativa nacional Hotel Quequén II, en 2008 y la antología de poesía latinoamericana Hotel Quequén III, en 2009. Sus poemas han sido traducidos al francés en Canadá (Exit) y Bélgica (Maison de la poésie) y forman parte de antologías argentinas y latinoamericanas. Colabora en las revistas Fénix (Córdoba) y Hablar de Poesía (Buenos Aires), como así también en el diario El Litoral, de Santa Fe.

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