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Newsletter Nº 34



YO ES OTRAS


Acerca de “Árbol de mis ancestros”. Textos de Irma Verolín y fotografías de Paola Leiva (Santa Fe: Palabrava, 2018).


En uno de sus poemas claves, Alejandra Pizarnik ha dicho: “la lengua es un órgano de conocimiento/ del fracaso de todo poema”. Afirmación que el epígrafe de Liliana Lukin, colocado por Irma Verolín en el umbral de su poemario, parece refrendar: “La poesía, que no salva de nada,/ vendrá por nosotros.” Y remata: “Yo nazco cada vez que/ me tiran a un pozo sin edad.” ¿Qué versión nos propone “Árbol de mis ancestros” de este renacer en caída libre sin años cumplidos? Y su lengua, ¿se ofrece aquí, en todo caso, como órgano de conocimiento de qué?

El libro consta de cinco secciones, cinco ciclos autónomos y al mismo tiempo interdependientes: “1. Las niñas crecen, se reproducen y se transforman en lo inesperado”; “2. Las abuelas son estampidas de esa memoria que se desplaza y se retuerce sobre un espacio liso, blanco y espectral”; “3. Los hombres cuidan su sombra como a un animal que después de cazado los alimentará”; “4. Alabanzas a la soledad”; y “5. La palabra yo es ancha y cristalina”. Cada sección se comporta como un rompecabezas de imagen difusa y proteica: la primera, de una identidad buscada en el nacimiento, el nombre, la niñez; la segunda, de las abuelas y sus atributos (la máquina de coser, el delantal); la tercera, del padre, el abuelo, el hermano, el hijo del hermano; la cuarta, la ausencia como pérdida, pero también como forma de presencia; la quinta, la afirmación de un yo irreparable: “soy –ya no hay remedio– esa mujer”. Todos, poemas escritos “bajo la sombra de un árbol/ que no tenía tronco/ que no tenía ramas”, desplegando entre el “mi” y el “yo” un territorio íntimo, donde el espacio y el tiempo son espejismos que se superponen, se entrelazan, se nombran y se desdicen; territorio de perplejidades en el que es imposible hacer pie, y en el que yo es otra, pero sobre todo, otras: la madre, las abuelas, la hermana, la tía, la prima; y además, la niña, la joven, y sí misma (“esa mujer / que siempre huye de la escena”, porque “no había nada en mí indicando/ que yo fuera a seguir/ el orden natural de las cosas”), todas conviviendo “dentro de la palabra yo”. En este aspecto, las imágenes aportadas por Paola Leiva –alternando armónicamente la toma directa y el fotomontaje– enriquecen y potencian la mise-en-scène de este palimpsesto de yoes.

Respecto a nuestras preguntas iniciales, podemos arriesgar que ese sentirse arrojado al mundo sin edad, representaría la constante reescritura del pasado, del presente y del futuro (Olga Orozco dijo alguna vez: “No soy por lo que fui, sino que soy y fui por lo que seré”). En esta búsqueda, la lengua –que a pesar de asumir el fracaso a priori se obstina en su intento– se nos ofrece como un órgano de autoconocimiento (siempre inconcluso, siempre transformador).


Diego E. Suárez
Santo Tomé, 30 de junio de 2018



Una muestra de la poesía de Irma Verolín puede verse Aquí


IRMA VEROLÍN, nació en Buenos Aires y es autora de novelas, cuentos, poesías, ensayos y literatura infantil. Obtuvo las siguientes distinciones: Premio Nacional del Fondo Nacional de las Artes 1987, Premio Emecé 1993-1994, Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, Primer Premio Internacional Horacio Silvestre Quiroga, Primer Premio Internacional de Puerto Rico, Primer Premio Internacional de Novela Mercosur y el Primer Premio de la Fundación Victoria Ocampo. Fue traducida al inglés, alemán, ruso, portugués e italiano.

1 comentarios:

Viviana Bermúdez-Arceo dijo...

Siempre la poesía a la búsqueda del conocimiento íntimo. Siempre la escritura que es reescritura y que, en palabras de Olga, nos aguarda desde el futuro. Felicitaciones, Irma!

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